martes, 2 de febrero de 2010

Seamos amigos, cómplices y amantes




Despiértame con un beso suave, lento, profundo. Susúrrame tus palabras favoritas y desquíciame con tacto, con tiempo, con tranquilidad y deseo. Suéñame al tenerme y búscame al perderme. Quiéreme sin pedirlo, necesítame sin tener que herirme para darte cuenta de ello. Necesítame porque sí. Porque te gusta mi manera de mirarte a los ojos porque con ellos te digo un te quiero en silencio... o porque te gusta imaginar tus dedos en mi pelo, recorriendo mi espalda o acariciando mis pechos.
Regálame una sonrisa temprana, madruga para visualizar mi cuerpo mientras se estira y pide tus caricias. Permíteme quererte hasta doler, pero poco, sin ahogar. No dejes que me desquebraje tan pronto, no dejes que se me acaben las razones para dedicarte mi mirada más caliente, mis abrazos más tiernos y mis besos más apasionados.
Pintemos la vida a nuestro gusto, a nuestra manera. Compremos la acuarela más viva y la paleta más grande de todas para mezclar todas esas experiencias que formarán parte de ambos. Dibujemos las líneas que queremos seguir. Seamos amigos, cómplices y amantes. Seamos testigos de todo esto. Seamos trabajadores, luchadores, energéticos. Y no perderemos nunca. No por nosotros. Seamos lo que siempre quise que fuéramos, lo que siempre quisimos ser...
Enséñame cómo contemplas tu la vida, y tu mundo. Dime, en general, qué esperas de la gente, y en particular, qué esperas de mí. Dime si mi amor te queda demasiado grande, dime si sobro, si falto, si me soñaste y en cambio todo se volvió pesadilla por no estar yo allí. Dime que te muerdes la voz todos los días, cada tarde, para no llamarme, y que controlas la fuerzas y direccion de tus manos para no marcar los nueve dígitos del unico numero de teléfono a través del cual podrías escuchar mi voz, mi risa entre vocales y mi pena entre consonantes.
Reclámame atención y cariño. Sé como siempre debiste haber sido. Pide perdón si hace falta, pero tambien si eres consciente de todo lo que hiciste mal. Entierra el orgullo que sé, seguro, que aún te acompaña. Haz todo esto si algún día lo sientes así y sino simplemente demuéstrame de algún modo que te importo, entonces seré capaz de soplarte cerca de la boca como una niña traviesa que aún desconoce las particulas de amor que pueden condensarse en un segundo, en una pequeña parte de oxigeno pulmonar.
Y para terminar, perdona por escribir esta gran sarta de tonterías, pero no son días especialmente buenos y el llanto acaba destinándonos al desahogo total.
Y en ese desahogo, claro, siempre estarás TÚ.

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