lunes, 21 de diciembre de 2009

dos corazones...


Ayer me levanté con el firme propósito de encontrar argumentos para regalarte una sonrisa.
Responder a tu indiferencia con cariño era mi propósito, mi cura, mi antídoto.


Cuando se sufre por amor no es por otra cosa que por falta de amor propio: no es la falta de tu amor, sino el ignorar que para sonreir basta con sentir y regalar amor, mi amor.

Pero realmente ¿hasta qué punto podemos regalar cariño cuando aquel pedazo de nuestro ser, aquel que es egoísta e ignorante, aquel que es caprichoso y suceptible, se siente ignorado y presa de la indiferencia?


Se libra en mí una batalla entre aquellos dos pedazos de corazón: el autosuficiente y el dependiente.

El primero encuentra el gozo y la paz interior con sólo regalar. Su energía surge de la sensibilidad de las bellas cosas de la vida, las observa, la palpa y las transforma en energía liberalizadora llamada amor, amor incondicional, amor sin apegos, amor que busca ser compartido para regalar sonrisas.

El segundo, es aquella parte del ser que no cree en el "dar sin recibir". Aquella parte caprichosa que solo se contenta con tu atención. Aquella parte que es suceptible a tus miradas y que llora con tu indiferencia.

Ayer pretendía dar por ganador al primero.

Pero hoy... Hoy nada es igual que ayer...

Ayer era tu indiferencia, anoche fueron tus palabras, fui consciente de todas ellas, que de algun modo exclaman, reclaman independencia, declarando un amor que no es para mi, que nunca fue para mi...


Y despejaron todas y cada una de mis dudas y me mostraron que no hay amor.

Anoche quería llorar... me sentí una niña vulnerable...presa de tu total y absoluta indiferencia, pero más de mi susceptibilidad...

Anoche pelearon esos dos corazones... pero en mis sueños, lloré... lloré... lloré...
Ganó el segundo...

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